Conocí a José Bolaños antes de conocer a Edgardo. Boxiaba en un parqueo en Los Angeles, con otros miembros de la Mara Salvatrucha. Allí tomé su foto. Era 1993.
Un año después, mientras estaba en El Salvador, conocí a un jóven que me pareció conocido. Cuando le mostré la foto del boxéo, me dijo: “Ese es mi hermano. Lo mataron en Los Angeles. ¿Puedo quedarme con la foto? No tengo ni una de mi hermano.” Así fue cómo Edgardo y yo nos hicimos amigos.
Logré conocer a toda la familia de Edgardo y hemos mantenido contacto durante todos estos los años. Ana ahora es una ciudadana estadounidense y Rocío ha crecido y es una bella señorita.
Cuando gané un premio por mis fotos en 1999, quise invitarlos a la exposición y llamé a Ana. En el teléfono ella comenzó a llorar. “Quise llamarte en ese momento,” Ana comenzó a decirme. “Pero no pude encontrar tu número de teléfono.” Ana me contó lo que había pasado pocos meses atrás.
El 9 de Enero 1999, después de desayunar, la novia de Edgardo comenzó a dar el pecho a su bebé de dos meses. Él no quiso fumar dentro de la casa, y le dijo su novia que volvería en unos minutos. Nunca volvió.
Los testigos que hablaron con Ana dijeron que un carro con vidrios polarizados se acercó y alguién cubrió el pecho de Edgardo de balas. La policía dijo que la investigación no ha arrojado conclusiones. Pero la gente del barrio le contó a Ana que el tiroteo desde un auto en movimiento fue perpetrado por un escuadrón de vigilantes locales.
Edgardo tenía viente años.