Jéssica se enamoró de Daniel. Guardan un momento a solas. “No sé qué haria sin Daniel. Me ha apoyado tanto.”
Al principo, la libertad condicional fue difícil para Jéssica. Cambió su peinado y vestimenta pandillera, pero encontrar trabajo fue difícil. Su hijo Carlos no la aceptaba como su mamá. “Sentí que nadie me amaba y por algunas semanas volví a consumir drogas,” dice ella.
Pero con la ayuda de un programa de reinserción—Los Angeles Equipo Ambiental—ella encontró un centro para seguir sus estudios, trabajó en proyectos ambientales para su comunidad, y recibió consejo de trabajadores sociales. Ella logró encontrar apoyo.
Jéssica y Daniel tienen una hija llamada Cassandra. Aún Carlos vive con su abuela Carmen, pero por momentos él pasa a visitar a Jéssica. La esperanza de Jéssica es que algún día Carlos venga a vivir con ella y Daniel. Pero mientras tanto, ella dice, “Carlos y yo somos lo único que le queda a mi mamá, después del asesinato de mis dos hermanos. Con Carlos, mi mamá y yo podremos estar bien.”
Después de ver a su abuelita Carmen bañando a su hermanita Cassandra, Carlos la imita con su perrito.
Por la tarde del Día de Acción de Gracias, la familia Díaz se reúne con amigos en la casa de Jéssica. Danny aconseja a su joven amigo, que es mejor, que no se una a una pandilla.