Escuadrones de la Muerte

El término escuadrones de la muerte puede referirse a un grupo armado militar, policial, insurgente o escuadrón terrorista que participa en asignaciones extra-judiciales y que llega a forzar desapariciones de personas como parte de campañas de guerra, insurgencia o de terror.

En la década de 1980 El Salvador tuvo uno de los peores registros de derechos humanos en el hemisferio.

Sin embargo, en la América Latina del siglo XX, los escuadrones de la muerte eran usualmente percibidos como instrumentos del estado para generar terror. Usualmente independientes de las fuerzas de seguridad establecidas por el estado, estas unidades paramilitares clandestinas eran capaces de obtener apoyo de manera no oficial de las capacidades de inteligencia y logística de las fuerzas institucionales del estado. Muchos de los organizadores de los escuadrones de la muerte también eran oficiales del ejército. En 1993 la Comisión de Verdad de Naciones Unidas confirmó que Roberto D’Aubisson, un destacado político de derecha Salvadoreña que había trabajado en inteligencia militar en la Guardia Nacional, había dado la orden a los escuadrones de la muerte para que asesinaran al arzobispo Romero en El Salvador.

En el siglo XXI los escuadrones de la muerte en Centroamérica han sido asociados con limpieza social enfocada en las pandillas. Es discutible si los escuadrones de la muerte contemporáneos— como Sombra Negra—tienen sus orígenes en grupos clandestinos anteriores tales como Mano Blanca—uno de los escuadrones de la muerte más infames de la década de los 20—o representar nuevas formas de contratar vigilantes. Sin embargo, la participación de la policía en dichos grupos ha sido documentada y algunos de los oficiales han sido llevados a juicio.

La madre de un estudiante asesinado espera mientras el equipo de Americas Watch revisa los cuerpos en busca de evidencia de la violencia generada por los escuadrones de la muerte.

Durante la Guerra Fría, la CIA planeó y participó en acciones militares anti-democráticas tales como el golpe de estado en Guatemala en 1954. Durante la década de los 80 Estados Unidos proporcionó ayuda militar a regímenes en Guatemala, El Salvador y Honduras, con casos documentados de abusos a los derechos humanos tales como la masacre, tortura y “desaparición” de decenas de miles de sus propios ciudadanos.

Como verbo, “desaparecer” se refiere a la táctica de terror mejor conocida como “desapariciones forzadas”. Una persona es secuestrada y desaparece sin dejar rastro—privada de su libertad, mantenida en cámaras clandestinas de tortura y ultimadamente asesinada cruelmente con el cuerpo eliminado en maneras designadas para evitar ser detectado.

El director del equipo de Antropología Forense Guatemalteca, Fredy A Peccerelli, consulta con el eminente antropólogo forense Dr. Clyde Snow acerca de los restos recuperados del sitio de la masacre en San Francisco de Nenton in Huehuetenango.

Gracias al trabajo de investigación de un grupo de periodistas del periódico Baltimore Sun, la existencia de manuales de entrenamiento en interrogación de la CIA condujo a evidencia creíble que apoyaba las quejas de tortura tanto de los sobrevivientes como de los torturadores centroamericanos de que hubo oficiales norteamericanos que fueron testigos o partícipes en interrogatorios relacionados con la tortura durante la década de los 80.

Las técnicas mostradas en los manuales, que fueron disponibles a través de la Ley de Acceso a la Información Publica, ahora forman parte de la coleccione de documentos permanentes en los Archivos Nacionales de la Universidad de Georgetown. Proveen evidencia de que Estados Unidos no sólo sabía sobre la tortura, pero también enseñaba técnicas a sustitutos. También proveen evidencia clara de antecedentes en prácticas encubiertas dos décadas después en Abu Ghraib y de Guantánamo.

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