Justicia restaurativa puede definirse en términos generales como un movimiento social que busca aplicar los principios de la no violencia para la reparación de daños causados por el crimen y la violación de los derechos humanos y legales. A diferencia del paradigma retributivo, el paradigma restaurativo prioriza la ayuda a la víctima y a la comunidad y define justicia como el sanador de daño en vez del administrador de castigos a manos de un Estado agraviado.
Se les anima a los ofensores a responsabilizarse de sus crímenes cometidos al encarar a la víctima y a la comunidad y al hacer una restitución directa por el sufrimiento y el daño causado a ambos. El objetivo es el proteger al público de futuros daños al buscar desarrollar una competitividad mejorada y un entendimiento de responsabilidad social por parte del ofensor y disminuir el deseo de violencia de represalias por parte de la víctima.
Las prácticas de justicia restaurativa se pueden aplicar en la comunidad o en los establecimientos penitenciarios. En Hawái por ejemplo, los círculos de restauración se enfocan en la reconciliación y la transición de regreso a la comunidad de los presos. Las personas encarceladas se reúnen con familiares y amigos y las víctimas o sus representantes en estos círculos, con el fin de desarrollar un plan para conciliar con los perjudicados.
Experimentos recientes con justicia restaurativa han llamado el interés y la aceptación en base al impacto del cambio en el paradigma sobre salud pública que empezó a principios de la década de los 80. Los epidemiólogos responden a un aumento de la violencia juvenil en un momento en el que la prevención de la violencia es un tema tan crítico al igual que los son la salud pública y la justicia criminal.
Los modelos de salud pública en respuesta a las enfermedades dependen de fuertes acercamientos enfocados en la solución de problemas y acercamientos integrados enfocados en el tratamiento. Esta metodología consiste en la identificación de factores de riesgo y en el diseño de intervenciones que los aborden de manera eficaz. El proceso debe estar bien definido y ampliamente incluyente, con la participación y colaboración de la comunidad.
En el caso de la violencia juvenil en particular, este cambio de paradigma ha creado a lo largo de los últimos 30 años un entendimiento más profundo sobre el impacto que la violencia tiene en los individuos y en las comunidades. Ha permitido la mejoría de prácticas para la reducción de daños. Cabe destacar que en comunidades indígenas, este tipo de enfoque para hacer frente a los daños, ha formado parte de sus prácticas de sanación por mucho tiempo.
Aunque la represión aún es el modelo dominante de respuesta hacia la violencia en EE.UU. y en Centro América, es significativo que el número de organizaciones locales que están empleando prácticas restaurativas en sus programas de prevención de violencia va en aumento. Combinando lecciones de movimientos sociales no violentos en EE.UU. y en América Latina con las prácticas aprendidas mediante las tradiciones indígenas, estas organizaciones están llegando a grupos específicos de jóvenes y están educando a los ciudadanos sobre las alternativas a la violencia en los barrios en varios partes del hemisferio.