La Guerra Mundial contra el Terrorismo es el término común para lo que la administración Bush percibió o presentó como un conflicto militar, político, legal e ideológico contra el terrorismo Islámico y se refiere a las operaciones de Estados Unidos y algunos de sus aliados desde los ataques del 11 de septiembre del 2001.
Este lenguaje se convirtió en la antesala de una verdadera guerra en Irak basada en reportes de inteligencia defectuosos que conectaban a Al Qaeda con el régimen de Husein y reportes falsos sobre armas de destrucción masiva Iraquíes. Además se convirtió en la metáfora general utilizada para justificar el unilateralismo y la violación de los tratados de la Convención de Ginebra. Al inicio de la Guerra contra el Terrorismo, sólo 35 días después de los ataques del 11 de septiembre, el Buró Federal de Investigación (FBI) anunció que buscaba “técnicas alternativas de interrogación” que podrían incluir administrar sueros de la verdad transferencia extra-judicial de prisioneros a otros países con métodos de interrogación “más rigurosos y brutales” que fueran permitidos bajo los tratados contra tortura, los cuales Estados Unidos había firmado. Después el mismo Estados Unidos definió a las formas de tortura como “las perfeccionadas técnicas de interrogación”. Críticos contemplan estas medidas como una clara expansión del poder de EEUU más allá de los límites del imperio de la Ley Internacional.