Una pandilla es cualquier grupo de tres o más personas que conforman un conjunto organizado y que comparten una identidad en común. Desde la publicación del estudio pionero de las pandillas de Chicago de Frederic Thrasher en 1927, sociólogos han definido el proceso a través por el cual jóvenes sin supervisión – en especial jóvenes marginalizados en centros urbanos—forman organizaciones e identidades callejeras a través del conflicto con las autoridades y con otros grupos. Esta definición clásica de las pandillas callejeras incluye dichos grupos, los cuales se envuelven en comportamientos denominados delictivos o en conflictos con la ley.
Para sociólogos contemporáneos como John Hagedorn, un experto en la historia de las pandillas de Chicago, las fuerzas económicas globales y el retiro o ausencia del Estado en muchas comunidades son factores que promueven la institucionalización de grupos tales como las pandillas. Hagedorn argumenta que el fracaso del neoliberalismo ha llevado a la intensificación de las identidades de resistencia entre jóvenes excluidos socialmente. Pero para muchos jóvenes de países en vías de desarrollo, estas resistencias impugnadas son “supervisadas” por una variedad de grupos criminales o milicias nacionalistas y/o religiosos.
Estas ideas son relevantes para entender el contexto y las fuerzas que moldean el desarrollo de las llamadas pandillas transnacionales como la Calle 18 y la Mara Salvatrucha. Los retratos de los medios de comunicación crean la impresión de sindicatos criminales organizados que propagan franquicias mafiosas a través de Estados Unidos y Centroamérica. La realidad es mucho menos formalmente “organizada” o “corporativa” al igual que trágica e intolerable.
Mientras que las historias de los jóvenes perfilados en Hijos del Destino, dejan en claro los factores emocionales, sociales y económicos que atraen a los jóvenes a involucrarse en estas pandillas, están ubicados en condiciones en las comunidades de las que provienen. Las pandillas proveen un sentimiento de pertenencia a algo mayor, un sentimiento de sufrimiento compartido, identidad y resistencia a la exclusión. Las pandillas pueden ser crueles y despiadadas, pero también proveen comodidad a sus compañeros pandilleros—amigos y amigas quienes sino tienen nada más, al menos se tienen unos a otros.
Tatuajes y Rituales
Tatuajes de pandillas en la cara y en el cuerpo son simultáneamente una afirmación de identidad desafiante ante la exclusión y una fuente de futura exclusión. A principios de los 90, la mayoría de los tatuajes de pandillas que vi—los tres puntos para La Vida Loca, o el nombre de la pandilla deletreado, números o símbolos eran iconos de pertenencia. Y como marineros y soldados los pandilleros se tatuaban con frecuencia los nombres de sus madres o novias y novios como signo de amor y de compromiso. Los tatuajes eran también un tributo a la vista del público de sus amigos y familiares asesinados en las guerras civiles de Centroamérica o en las guerras entre pandillas, que le siguieron. Los tatuajes de Víctor Díaz tienen el aura de una traumática narrativa desangrando las angustiosas memorias en la superficie de su piel.
En los Estados Unidos, donde los tatuajes son una forma de arte corporal socialmente aceptada, los tatuajes de pandillas aún pueden ser una barrera de empleo. La eliminación de tatuajes es una de las maneras de transición hacia otras formas de identidad de los pandilleros americanos.
En la culturalmente conservadora Centroamérica todos los tatuajes son estigmatizados y criminalizados. Los tatuajes de pandillas no sólo son provocación de conflictos entre grupos rivales; son también pretextos para arrestos arbitrarios o matanzas extrajudiciales por parte de escuadrones de limpieza social. En la primera fase de la respuesta represiva de Mano Dura, la identidad pandillera se intensificó profundizando los conflictos con pandillas enemigas y provocando un incremento en la visibilidad y en violencia de las imágenes de los tatuajes. Esta es la fase que produjo tatuajes de cuerpo completo o de cabeza y rostro vistos en los medios más sensacionalistas.
En los tiempos de máxima represión, bajo las políticas de Súper Mano Dura la respuesta de las pandillas centroamericanas a la eliminación de tatuajes se convirtió en un reflejo de la visión intolerable que tiene la sociedad sobre los tatuajes. La eliminación de tatuajes sin permiso es considerada como un acto de falta de respeto y de traición, un signo de que el ex-pandillero pudo haberse convertido en informante. Puede traer consigo una sentencia de muerte por parte de uno de sus antiguos amigos.
Las pandillas dependen de rituales y de juntas para imponer códigos. Recientemente las pandillas en Centroamérica han desalentado los tatuajes y castigado a los amigos que desprecian estas nuevas normas. Los tatuajes son ahora vistos como un impedimento a la flexibilidad que necesitan para moverse sin ser detectados en el narcomenudeo. Las pandillas siempre han tenido otros rituales de identidad, señales con las manos, símbolos pandilleros, colores o vestimenta estilos de aseo. Mientras que las identidades pandilleras continúan evolucionando, las pandillas establecen nuevas formas de consolidar y expresar su identidad.
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