La frontera internacional entre México y Estados Unidos abarca un total de 3,169km o 1,969 millas desde el océano Pacífico hasta el Golfo de México. El área fronteriza es otra cosa — una zona distinta que conecta personas de ambos países, en una red vibrante y compleja de comercio y relaciones culturales, sociales e institucionales. Más de 12 millones de personas de ambos países viven en las ciudades y municipios en los estados adyacentes: desde San Diego, California y Tijuana, Baja California en el oeste, hasta Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas en el este. De acuerdo con la embajada estadounidense en México, alrededor de 250 millones de personas cruzan legalmente la frontera cada año.
Existen otras realidades también. La frontera es el resultado de una guerra ocurrida entre 1846 hasta 1848 la cual cambió radicalmente la geografía de ambos países. Después, durante la Revolución Mexicana en 1910- ocurrió una de las primeras grandes migraciones de sur a norte mientras refugiados Mexicanos buscaron un respiro del derramamiento de sangre. Del lado norteamericano, la memoria suele ser más corta y consiste de encabezados ligados a la inmigración ilegal- o noticias sobre el incremento de la violencia en los reinos del tráfico de armas y de drogas.
La construcción de vallas y muros son símbolos potentes, pero no han disuadido a los pobres que emigran buscando trabajo, sólo una economía enferma en Estados Unidos parece hacerlo. Lo que sí consiguen las barreras es en hacer el viaje del inmigrante más arduo y más peligroso, incrementando las tasas de mortalidad en los migrantes mientras que las rutas de cruce cambian de centros urbanos a solitarios cruces montañosos o en el desierto.
Un estudio de la mortalidad realizado por el Centro de Investigación sobre Inmigración en la Universidad de Houston muestra la ubicación geográfica en 2001 de los lugares en donde se registró el mayor número de muertes — por homicidio, accidentes de tránsito y exposición ambiental. (mapas) Muertes causadas por exposición al desierto han incrementado de manera significativa después de los ataques del 11 de septiembre.
Un documental de la PBS en 2004 titulado Muerte en el Desierto hizo un llamado de atención a las 271 muertes inmigrantes indocumentados en Arizona. El punto de cruce donde se registra el mayor número de muertes es por mucho el estrecho entre Nuevo México y la parte este del contado Yuma en Arizona, donde la Patrulla Fronteriza estima que hubo entre 1,137 a 2,000 muertes en 2007.
Desde la creación de Seguridad Nacional la misión de detener el cruce ilegal de personas se ha mezclado con la guerra contra las drogas y la guerra contra el terrorismo. El impacto más visible ha sido el devastador incremento en la violencia—sobre todo en México. El año pasado en Ciudad Juárez, la violencia generada por el narcomenudeo tomó más de 1,600 vidas. El miedo en el lado mexicano es que la guerra está subiendo y alcanzando nuevos niveles de crueldad. En Estados Unidos el miedo es que el conflicto se propague también a territorio estadounidense.
Y aún así, a pesar de los miedos las personas que viven cerca de la frontera, estas no quieren que se construyan cercas ni muros. Una coalición de medioambientalistas, empresarios, y grupos comunitarios locales en Texas se oponen a la construcción de muros fronterizos, argumentando que aumentan la inseguridad en vez de disminuirla, que tienen un efecto en el comercio y que no detienen a los migrantes que están decididos en venir a EE.UU. El muro en Texas corta parte del campus de la Universidad de Texas en Brownsville, pasa a través del corredor de reservas de vida silvestre, incluyendo el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Bajo Rio Grande y divide los hábitats de los animales, impactando la supervivencia de especies migrantes así como el ecoturismo del cual depende la región. A pesar de haber perdido la batalla para prevenir la construcción del muro, la Coalición En Contra del Muro Fronterizo en el bajo Rio Grande sigue llevando a cabo una campaña activista en contra de dicha política.